El comunicado del Consejo Político Nacional del PRI en el que se da a conocer que queda fuera de la militancia el exgobernador de Chihuahua, César Duarte, acusado de corrupción, causó más críticas destructivas que cualquier otra cosa.
Y es que al parecer, no acaban de darse cuenta en la dirigencia del tricolor que el punto no es sacudirse a funcionarios y exfuncionarios corruptos pasados sino implementar estrategias y tácticas internas anticorrupción como establecer reglas, hacerlas cumplir y vigilar que se cumplan.
Es decir, pasar a acciones concretas pues principios, valores e ideales de justicia social como partido ya se tienen el inconveniente es que históricamente se supeditaron a los intereses personales y de grupo.
La corrupción al interior del PRI se salió de control. Ya no es solo expulsar a uno de los corruptos famosos sino fijar tolerancia cero a militantes antes y durante el ejercicio de gobierno.
Los partidos son responsables de formar y supervisar a sus actores políticos. Y de ello depende su reputación institucional. Sócrates escribió que “se alcanza buena reputación esforzándote en lo que quieres parecer”.