El caso de La Degolladora de Chimalhuacán ha fascinado a más de cuatro.
Y es que a pesar de que a diario se registran asesinatos en el estado de México —es gravísimo en el caso de los asaltos en el transporte público de pasajeros, donde el día en que no muere un asaltante asesinan a un pasajero—, siempre resulta del mayor interés pensar en un asesino serial, como los que vemos en las series de televisión o en las películas.
Aunque en el caso de la mujer bautizada como La Degolladora de Chimalhuacán los expertos dicen que no se ha detectado un patrón del conducta —puesto que ha atacado a plena luz del día, a mujeres y varones, jóvenes y adultos—, el caso ha despertado la atención. Mucho más cuando se difundió una fotografía de una joven, a la que se identificó como la asesina, y poco después fue desmentida.
Pero la atención es mayor, puesto que después de casi una semana de actividad, en la que atacó a media docena de personas y asesinó a dos, a La Degolladora de Chimalhuacán se la tragó la tierra: ni ha vuelto a atacar ni ha sido detenida.
En una semana se cumple un mes de los ataques sin que haya certeza de su identidad o de su apariencia —en su descripción caben centenares, sino es que miles de mujeres que viven en la populosa zona oriente del estado—. Y al paso que vamos, amenaza con convertirse en una leyenda urbana con dos muertitos a cuestas.