Las elecciones presidenciales en Estados Unidos no habían captado tanto la atención de México como las de hoy 8 de noviembre. La causa es más que conocida: la postura del candidato republicano hacia la inmigración ilegal a su país, principalmente la mexicana.
A la fecha, los aspirantes presidenciales enarbolaban la migración como tema de campaña mediante ofertas de reformas que cumplieron parcialmente o jamás concretaron una vez en la presidencia, como Barack Obama.
Para Donald Trump la inmigración ilegal es el problema principal de la sociedad estadounidense y ésta ha hecho que se centre la atención en atenderla en lugar de fijar la vista en las necesidades de los estadounidenses.
Donald Trump nos ha enfurecido a los mexicanos al llamarnos delincuentes y al ignorar la contribución a la riqueza histórica de su país. Sin embargo, lo que dice querer, que los estadounidenses ejerzan su derecho a elegir los inmigrantes que son más proclives a prosperar y florecer en Estados Unidos, tampoco es algo descabellado.
Todo indica que Trump va, y en serio, en contra de la línea marcada por sus antecesores y esto estremece a muchos: sobre todo a quienes ven en Estados Unidos la alternativa a mejorar su calidad de vida y a quienes se benefician de los inmigrantes y la condición en que se encuentran.
