San Diego, California.- A dos semanas de la elección de presidente de los Estados Unidos, en lamUnion Americana no parece estar ocurriendo nada: la campaña no se ve en las calles y tampoco en las casas. El número de anuncios visibles de Hillary Clinton o Donald Trump es limitado. A diferencia de los anuncios de los candidatos a consejales o representantes, que son abundantes. O los avisos para que los ciudadanos voten a favor o en contra de alguna propuesta de enmienda sobre temas concretos y de interés general, como la relativa a la regulación de los precios de medicinas recetados en California.
La campaña presidencial está en la televisión, la radio, el internet y la prensa. Pero sobre todo en la primera, donde las organizaciones, empresas y particulares que apoyan a los candidatos pagan por mostrar los puntos débiles de sus contrarios. Por ejemplo, si a Trump lo acusan de misógino, a Clinton de ayudar a países donde los derechos de las mujeres son menoscabados.
Y este mismo fenómeno se repite a escala menor, políticamente hablando: los candidatos a congresistas son exhibidos en sus conductas públicas y privadas, les sacan sus trapitos al sol, con el único fin de desacreditarlos y restarles votos.
En México eso es impensable. La legislación electoral pide campañas propositivas y los particulares están imposibilitados para comprar anuncios en favor de sus candidatos o en contra de sus adversarios.
En las campañas gringas es de lo más normal. Y a dos semanas de la elección, cada vez los ataques son más frecuentes.