Sigo leyendo a don Daniel Cosío Villegas. Lo sigo leyendo porque hay que intentar entender qué nos pasa, que nos ha pasado como país y por qué estamos como estamos.
En “El intelectual mexicano y la política” están reunidos un trío de ensayos esenciales del fundador del Fondo de Cultura Económica.
Ninguno tiene desperdicio.
Hoy que un día sí y otro también tenemos noticias de escándalos de peculado y malversación de recursos públicos, es necesario buscar la razón por la que la corrupción esté en la médula del aparato gubernamental. Cosío Villegas teoriza que la culpa es de la Revolución mexicana y el cambio de la clase gobernante: los ensayos datan de 1947 y 1965; ya para entonces había noticias de los robos a las arcas públicas por parte de funcionarios de todos tamaños, y el economista se explica que con el ascenso fortuito de muchos en la escala gubernamental, sólo pensaron en asegurar una fortuna regular para su futuro, sin importar si eso significaba quebrar las reglas, robar o medrar.
Y como lo que hace la mano hace la tras, el robo de las arcas públicas de volvió costumbre tolerada hasta la fecha. Paso de generación en generación, aparentemente sin remedio.
Una costumbre tolerada, porque las sentencias por las diversas formas de malversación de fondos públicos son escasas. Se trata de una cifra inversamente proporcional a los escándalos cotidianos de corrupción que conocemos: hoy aquí, mañána allá, siempre alguna licitación arreglada, un contrato aceitado con una mordida, una obra con costos inflados y un largo etcétera. Tan largo como los años que pasan sin que la plaga se acabe.