Empieza a haber preocupación en algunos círculos por un asunto que no es menor. Ese asunto es el de la pobreza.
Hasta ahora, en México hay una cifra real de personas que han mejorado su ingreso. Muchas familias han dejado el estrato que puede considerarse pobre o extremadamente pobre, no gracias a los programas sociales, sino el trabajo de sus integrantes.
No es un secreto que México vive una desigual distribución del ingreso, tampoco es un secreto que en los últimos años ha sido el país latinoamericano con menor crecimiento económico medido en dólares constantes; es igualmente conocido que es el país en América Latina donde menos han crecido los salarios en los últimos 25 años.
Pero el problema ahora tiene que ver con la inflación, cuyo crecimiento en el primer bimestre del año se ha disparado por encima de las previsiones oficiales, en buena medida por el famoso gasolinazo, pero también tiene que ver con el hecho de que el peso se ha devaluado frente al dólar, de manera paulatina pero constante, desde 2015.
Ambos factores, sumados al amago estadunidense sobre el Tratado de Libre Comercio de América del Norte y a la creciente presencia de China en Estados Unidos y México, hacen pensar en perspectiva en un riesgo de que haya un retroceso en el abatimiento de la pobreza. Es decir, que algunos mexicanos que ya habían superado esa línea, recalco que gracias a su esfuerzo, pueden volver a ingresar a una clasificación de pobres.
Y recalco el esfuerzo personal porque la mayor recaudación de impuestos que es real, se traduce en un gasto público, para bien o para mal, se ha enfocado en el famoso gasto corriente. La inversión pública es baja. Eso también amenaza al ingreso de los mexicanos.
