La violencia contra las mujeres de México es una de las problemáticas principales de la nación desde hace tres décadas. Recordemos lo que ocurría con las muertas de Juárez. Desde luego se necesita que el gobierno garantice la seguridad de todas mientras transitamos en la calle pero también es obligación de los hombres, como principales agresores, quitarse prejuicios respecto a lo que es y representa la mujer en la sociedad.
Empezar por dejar de ver y tratar a la mujer como una cosa: una cosa que está para servirles, una cosa que puede satisfacer sus deseos sexuales, una cosa que debe desempeñar el rol que ellos decidan porque así se los enseñaron o porque así lo han visto en la sociedad. Las mujeres no son una cosa, un objeto y mucho menos propiedad de nadie. No se debe decidir sobre ellas. Así que ya basta de pensar también que la mujer se busca que la agredan física o mentalmente en la casa para descargar frustraciones y que se atente contra su integridad en la calle solo por el hecho de que la ven sola y de que usa ropa supuestamente provocadora, lo que les hace ver una oportunidad de tener sexo, o de desquite porque anda a deshoras sin nadie.
Los hombres deben aprender, aunque no quieran, les cueste o repliquen que la mujer es un ser humano, que tiene inteligencia, necesidades y objetivos propios. No existe para el bienestar del hombre.
