Como era de esperarse, la inflación se disparó durante el mes de enero.
El cálculo del Instituto Nacional de Estadística y Geografía es que los niveles inflacionarios regresaron a indicadores del año 2000. Y que tenemos la inflación más alta mensual desde hace más de cuatro años.
La culpa es del gasolinazo.
Sí, porque aunque nuestros cerebros financieros aseguraron que el aumento a la gasolina sólo le afecta a quienes tienen automóviles, la realidad es que en un país como México en el que el transporte de mercancías se hace en vehículos a motor —y eso es porque no tenemos otras formas de que lleguen a toda la república—, el costo de traslado impacta en el precio final de los productos.
Si preguntara ahora qué productos han subido de precio, seguro que habrá decenas de respuestas. Todo ha subido, sería una contestación imposible de rectificar.
Pero hay algo en lo que sí tienen razón quienes conducen nuestra economía y finanzas públicas: será un fenómeno pasajero.
Aunque eso no significa que bajarán los precios, sino que nos acostumbraremos —si no es que ya lo hicimos— a los nuevos. Y ya habremos tomado medidas, como ahorar más y desperdiciar menos; adquirir marcas más baratas; convencernos de que lo barato sale caro. Trabajar tiempos extras o buscar un ingreso adicional. Esas recetas se han repetido en México desde que nos estalló la crisis de 1976. Aunque también después de la crisis de 1932 o la de 1954. Y en la de 1982, 1987, 1994, 2001, 2009. No desconocemos lo que hay que hacer.
Porque siempre las consecuencias las hemos pagado los mexicanos de a pie.
