La decisión del presidente electo Andrés Manuel López Obrador de crear una Guardia Nacional ha despertado toda clase de críticas.
La más constante es señala la militarización que esta decisión implica. Y de manera simultánea recordar que durante su campaña política el entonces candidato de Morena aseguró que el Ejército volvería a sus cuarteles.
La crítica se ha encauzado a señalar los riesgos de la militarización de la seguridad pública. Pero la seguridad pública hoy, a una semana y media de que inicie el gobierno de López Obrador, está militarizada.
Desde hace 12 años la seguridad pública depende del Ejército y la Marina. Los golpes al crimen organizado más trascendetales los han dado los soldados y los marinos. Eso parecen olvidarlo los críticos de la Guardia Nacional.
Soldados y marinos patrullan hoy las calles de la república mexicana. Además, son cabeza de las corporaciones policiacas. Un estudio de El Colegio de la Frontera Norte indica que la mitad de los jefes de la policía en el país han tenido antecedentes militares.
Pero aún hay más: una encuesta de Buendía y Laredo señaló que para 57 por ciento de las personas entrevistadas el Ejército debe ser la autoridad a enfrentar al narcotráfico.
Miles de soldados son parte de las Bases de Operación Mixtas que se han establecido en todo el país. La militarización de la seguridad pública es un hecho inobjetable, ante el que ahora algunos se rasgan las vestiduras y advierten riesgos por aquí y por allá. Que existen, desde luego. Pero ante la debilidad de las policías, hay pocas opciones.