La música religiosa, el ambiente espiritual y la sensación de tener cercanía con algún ser espiritual forman una experiencia religiosa, lo que activa el circuito de recompensa en el cerebro, haciendo que las personas se sientan felices.
Un estudio de la Escuela de Medicina de la Universidad de Utah, asegura que las experiencias que los creyentes interpretan como espirituales, divinas o trascendentes se asocian con la activación del núcleo Accumbens, que son un grupo de neuronas del encéfalo a las que se atribuye una función importante en el placer y el sistema de recompensa.
El circuito de recompensa es un grupo de estructuras neuronales de nuestro cerebro, relacionado con el deseo, el placer y el refuerzo positivo.
Los científicos señalan que la participación en las organizaciones religiosas se asocia con una disminución de los síntomas depresivos, mejor recuperación en el tratamiento del trastorno de estrés postraumático y también como un mecanismo de supervivencia durante los períodos de la enfermedad en la edad adulta.