El sistema inmunitario de un recién nacido no es un versión inmadura del de los adultos, como se había creído. De hecho, sus glóbulos blancos (células T), que protegen contra enfermedades, superan a los de los adultos en la lucha contra algunas infecciones.
Estos hallazgos, ayudan a aclarar por qué los adultos y los lactantes responden de forma diferente a las infecciones y allanan el camino para controlar el comportamiento de las células T con fines terapéuticos.
Las células T adultas superan a las recién nacidas en tareas como el reconocimiento de antígenos, la formación de memoria inmunológica y la respuesta a infecciones repetidas, lo que ha llevado a pensar que las infantiles eran solo una versión más débil de aquellas.
Un equipo liderado por la Universidad de Cornell (EE.UU.) describe su descubrimiento en un estudio realizado con ratones y observaciones corroboradas por datos fetales, neonatales y de humanos adultos.
La pandemia dio la primera pista
Durante la pandemia de covid-19 muchos se sorprendieron por la aparente ausencia de enfermedad en los lactantes, lo que puso en tela de juicio esta creencia tan arraigada sobre el sistema inmunitario de los bebés y el equipo se interesó por entender esas diferencias relacionadas con la edad.
Los investigadores se centraron en las células T CD8+ de tipo innato, que son más comunes en neonatos y pueden combatir patógenos antes de que exista memoria inmunitaria.
Las células T de los adultos utilizan la inmunidad adaptativa, que reconoce gérmenes específicos para combatirlos más tarde si es necesario.
Sin embargo, las de los recién nacidos se activan mediante proteínas asociadas a la inmunidad innata, la parte del sistema inmunitario que ofrece una protección rápida pero inespecífica contra microbios con los que el organismo nunca se ha topado, explicó la universidad de un comunicado.
Funciones diferentes
Las células T neonatales “simplemente son diferentes” de las adultas y estas diferencias “probablemente reflejan el tipo de funciones que son más útiles para el huésped en las distintas etapas de la vida”, según uno de los firmantes Brian Rudd, de la Universidad de Cornell.
Estas células en los recién nacidos pueden participar en el brazo innato del sistema inmunitario, es decir, las defensas “generales” con las que nacemos y que no están adaptadas a ninguna enfermedad en particular.
Esto les permite hacer algo que la mayoría de las adultas no pueden hacer: responder durante las primeras fases de una infección y defenderse contra una amplia variedad de bacterias, parásitos y virus desconocidos.
“Sabemos que las células T neonatales no protegen tan bien como las adultas frente a infecciones repetidas con el mismo patógeno, pero, en realidad, las células T neonatales tienen una mayor capacidad para proteger al huésped contra las primeras fases de una infección inicial”, explicó Rudd.
Por tanto, el investigador defendió que “no se puede decir que las células T adultas sean mejores que las neonatales o que las neonatales sean mejores que las adultas. Simplemente tienen funciones diferentes”.
El investigador quiere ahora estudiar las células T neonatales que persisten en la edad adulta en humanos y cómo los cambios en el número relativo de esas células en los adultos contribuyen a la variación en la susceptibilidad a la infección y los resultados de la enfermedad.