Ayer martes se publicó en la prensa que 77 por ciento de los diputados locales tienen formación universitaria, aunque la mayoría no se ha titulado. El porcentaje restante se reparte entre los que no tienen estudios y quienes están estudiando.
La Constitución Política del Estado de México solo pide para ser diputado, en su Artículo 40, ser mexiquense o radicado en la entidad; mayor de 21 años al momento de la elección; sin antecedentes penales y no ocupar ningún otro cargo público.
Con esos requisitos cualquiera de nosotros puede y quisiera ser diputado, especialmente por los 109 mil pesos mensuales que ganan, con o sin educación superior.
Pero, ¿cuál es el mérito de ser o querer ser diputado?
La labor de discutir y aprobar leyes para reglamentar la conducta humana de una sociedad requiere de saberes teóricos y prácticos de las diversas áreas de conocimiento; de formación ética, cívica y humana que aportan las universidades y desde luego, acreditar lo anterior con el documento oficial.
Ser diputado ya no debería ser fácil, incluso desde la elección interna en los partidos políticos donde se eligen a los candidatos. Para ser se necesita hacer. Los futuros diputados deben surgir por su esfuerzo, trabajo y compromiso en diferentes acciones, empezando por su formación profesional.
Para ser diputado se debería estudiar.
La educación es el arma más poderosa que se puede usar para cambiar el mundo. Nelson Mandela.