Estamos a ocho meses de distancia de la elección de gobernador. Y las cifras indican que hoy ningún partido aventaja la competencia.
No es que las encuestas muestren un empate. Es solo que la mayoría de ellas indican cifras muy cerradas, una distancia muy corta entre los partidos políticos, tan corta que se encuentra dentro de los parámetros del margen de error.
Nada para nadie.
La medición es diferente cuando se trata de candidatos. Pero hoy no los hay, así que no tiene demasiado caso señalar los nombres. Que por otro lado son ampliamente conocidos.
Pero la más interesante de esas encuestas es que el porcentaje de indecisos es casi el mismo que el de la preferencia de los partidos más competitivos, incluyendo el partido en el poder y el de mayor crecimiento en la entidad en los últimos años.
Esto significa que la definición de candidatos, en primer lugar, y el estilo de las campañas –lo que incluye su forma de comunicarse con el ciudadano– serán factores que pesarán realmente entre los ciudadanos con intenciones de votar el 4 de junio de 2017. Ese grupo de indecisos, en promedio uno de cada cinco, en los resultados de las encuestas en poder de los partidos políticos y celosamente guardadas hasta ahora porque no les favorece mostrar el escenario del empate.
El ciudadano independiente, el que se ha empoderado en las elecciones más recientes y que comprende el peso y valor del voto individual en la suma colectiva podría ser el fiel de la balanza. Si no se le atraviesan las practicas clientelares de los partidos.
