En el estado de México hay quien gana y quien pierde con la elección estadunidense.
La victoria de Donald Trump y la derrota de Hillary Clinton tienen damnificados políticos, desde la visión de quienes están metidos de lleno en la sucesión del gobernador Eruviel Ávila.
Naturalmente, hubo quien festejó la derrota de la Clinton. Y no precisamente por simpatizar con el republicano Trump, sino por sostener una visión machista de la vida política. Es decir, creció la corriente que cree que una candidata mujer al gobierno del estado de México tiene un pobre futuro. Las derrotas de candidatas en México en las recientes elecciones de junio refuerzan su visión, que ahora comparten públicamente porque ya tienen una evidencia mayor.
Pero la derrota de Clinton también genera un daño en el “establishment”, en las élites, porque la excandidata Clinton forma parte de las élites gobernantes demócratas que fueron apabulladas por un candidato no político, pero también las élites republicanas que pasaron por el mismo proceso al ser incapaces de tener un candidato al interior del Partido Republicano y entregar la candidatura a Trump.
Estas interpretaciones de la elección estadunidense —y su tropicalización, dicen los think tanks— se agregan a la de mayor envergadura: lo que ha ganado en Estados Unidos es un sentimiento y entusiasmo silencioso de cambio. Puede ser que Trump no haya sido el vehículo más adecuado, pero era lo que había. Y esta ansia de cambio también incide para el caso del estado de México.