Mantra de primavera

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La primavera llegó el lunes 20 de marzo a las 4 de la madrugada con 29 minutos.

Y como siempre que ocurre el equinoccio de primavera, las zonas arqueológicas se atiborran de seguidores del new age —algunos no lo saben, pero lo son— para cargarse de energía, de buena vibra o alguna cosa por el estilo.

El arriba firmante está seguro de que se dan un requemón al vil rayo del sol de muy padre y señor mío.

Lo digo porque hasta ahora no hay evidencia de que estar el día del equinoccio de primavera o el 21 de marzo en una zona arqueológica dote de energía a un ser humano dotado de un sistema nervioso promedio. Es decir, con un cerebro como dios manda.

Aunque hay ejemplares, supongo que con un sistema nervioso debajo del promedio, que van a Teotihuacán, Calixtlahuaca, Teotenango o Stonehenge, este último un monumento megalítico ubicado en Inglaterra, a recibir la primavera. Decenas de individuos de la raza humana estuvieron en estos lugares con propósitos de convertirse en receptores de la energía solar o la del universo.

Y es respetable, porque cada quien gasta sus energías y su tiempo en lo que le viene en gana. Todos somos libres de creer en lo que sea.

Pero el arriba firmante dice que el equinoccio de primavera llega lo mismo en la punta de una loma que aquí en la banqueta del Paseo Tollocan. Y si me apuran, pues hasta en el desaparecido Alto Volta. Allí también llega la energía solar, las vibras, los chakras o lo que sea que les mande el Sol.

Sea como sea, ya que participan en esos enjuagues de cargarse de energía, les recomiendo un mantra que a la letra dice: “Sol solecito, calientame un poquito, hoy por la mañana y toda la semana”.

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