Uno de los dichos y promesas de este sexenio del presidente de la república, Andrés Manuel López Obrador, es que México tendría un sistema de salud como el de Dinamarca. Y justo en el arranque de esta semana el mandatario revela que su intención fue dar cabida a una nota atractiva para los periodistas.
El problema es que, al reproducir esa declaración hacia los públicos, se genera un debate interminable entre los ciudadanos de si podría ser o no el sistema de salud como de aquel país, dejando fuera lo sustancial que es la existencia de problemas de desabasto de medicamentos y la salud mental.
Pero es la constante entre los políticos, que suelen usar frases comunes para atender a los hechos graves, que quieren verse simpáticos y así desviar la atención de su propia gestión.
Para que México pueda ser como Dinamarca en materia de Salud necesita multiplicar por cuatro el porcentaje de Producto Interno Bruto que destina al sector, apostar a más unidades médicas, personal capacitado y equipamiento adecuado. Es decir, le falta estructura e infraestructura.
Los políticos van y vienen y crean la impresión de que están comprometidos con la solución y por eso salen al paso con adjetivos, frases, refranes y demás. Hacen promesas que no están respaldadas por un compromiso legal o una obligación y no enfrentan consecuencias por incumplir lo que dicen y finalmente se excusan y justifican con el tiempo, los recursos, el cambio de prioridades, la situación económica o el entorno político. Por algo se dice que las frases de los políticos son como espejismos: brillan en la distancia, pero a menudo se desvanecen al acercarnos a la realidad.