Migrantes

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Lo nuestro, lo nuestro, lo nuestro, es rasgarnos las vestiduras.

Ahora mismo por lo que sucede con las familias de migrantes que salen expulsadas de este país y terminan detenidas y separadas en la frontera México-Estados Unidos.

Desde luego, se trata de un acto inhumano. No tengo ninguna duda de que el Servicio de Inmigración y Control de Aduanas está actuando de forma desalmada desde hace seis semanas, cuando comenzó a separar a los hijos de sus padres. Que se trata de un acto despiadado contra 2 mil menores apartados de sus padres por una disposición legal que existía, pero que no se ponía en práctica.

Pero —siempre tengo un pero— detrás de ese drama humanitario se esconde una nación ingrata que orilla a sus hijos a ir a buscar otro futuro en tierras ajenas. Una nación que hace más miserables a quienes tienen la desventura de vivir en la precariedad económica, en la constante desazón de la violencia, en la permanente fatalidad de la delincuencia, en la desafortunada convivencia con los criminales. Una nación explotada por la prevaricación de su clase política.

Y sí, nos rasgamos las vestiduras por lo que sucede en la frontera con aquellos paisanos a los que esta nación les ha negado oportunidades de desarrollo en paz.

Pero se nos olvida que esos migrantes germinaron aquí. Sí, juntos, pero sin un mañana venturoso.

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