Niños toman relevancia en celebración de Día de Muertos Tlahuica

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Cómo en el general de las culturas mesoamericanas, la dualidad es una constante en la cosmovisión que ha perdurado hasta nuestros días en diversos Pueblos Originarios, lo cual, también se manifiesta en la conmemoración del Día de Muertos en la tradición Tlahuica.

Ofrenda Tlahuica elaborada por la familia Gómez, en San Juan Atzingo (Foto: redes AG).

Dentro de su cosmovisión religiosa, el Instituto Nacional de los Pueblos Indígenas, señala que se conceptúa en la dualidad creadora, representada por Tu´nana y Tu’papa, es decir, “la Luna y el Sol”.

Esta es una tradición que permite hablar con los que ya no están entre nosotros, así como mantener una comunicación que parte de lo mágico-sagrado, y de acuerdo a las costumbres, los difuntos que murieron en desgracia, se les adelanta su ofrenda días antes del primero de noviembre, pues en el otro mundo se les da la facultad de ser los primeros en visitarnos.

Los niños toman gran relevancia, ya que se les asigna la recolección de flor de niño, las cuales tienen un aroma especial y que usarán para formar un caminito donde las almas guiarán sus pasos al hogar donde se les espera.

La ofrenda en las casas Tlahuicas dan forma al altar, el cual consiste en: fruta fresca como las naranjas, plátanos, manzanas, mísperos, guayabas, camotes, cañas, jícamas, mandarinas, y como describe Arnulfo Gómez, también se integran el mole, tamales, pulque, elotes, chayotes camotes y de acuerdo a usos y costumbres de este pueblo originario, lo cual basta para que sus padres, abuelos, compadres y toda la familia que se adelantó, regresen contentos.

Se arreglan floreros donde la flor especial y tradicional es el cempasúchil, la flor de nube, alelíes y el jefe de familia se da a la tarea de buscar unas pencas de maguey para que sirvan de candeleros naturales y acomodar las ceras, que se prenderán mientras dure la visita, a quienes también se les ofrece pan de muerto.

Como el día primero de noviembre es dedicado a los niños se les ponen dulces y algunos objetos relacionados a la infancia (juguetes, que preferían), y al cerrar la celebración, acuden al panteón en señal de encaminar a los difuntos de regreso al mundo de donde vinieron. 

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