No paran las críticas contra el presidente de la república, Andrés Manuel López Obrador, por la forma en que se está reaccionando ante la emergencia de Acapulco, Guerrero, después del paso del huracán Otis. Se trata de medios de comunicación, periodistas, habitantes y manifestantes que están en desacuerdo con que el mandatario mexicano no esté en el lugar de los hechos, dialogue con los afectados y comprometa y envíe ayuda rápida. Hay quienes incluso lo han comparado con Miguel de la Madrid que atendió tarde y mal a la necesidad que estaban enfrentando habitantes de la Ciudad de México tras el terremoto de 1985. Cabría entonces hacernos preguntas como:¿cuál sería la mejor forma de apoyar a los afectados por el huracán? —que se dividen entre hoteleros, restauranteros, población civil y particulares—, ¿de qué manera hacerles llegar la ayuda requerida? y si hace la diferencia que directamente el presidente deambule en la zona.
En teoría, lo que se espera de un mandatario en una circunstancia de crisis es supervisar los daños, definir acciones a implementar, asignar y aprobar los recursos necesarios y hacer un seguimiento de los planes. Sin embargo, el gobierno federal no tiene clara la magnitud de los daños del huracán y los recursos económicos de apoyo que ha anunciado se consideran insuficientes; aunado a esto, para el próximo año Acapulco no está previsto en el presupuesto de egresos. Se visualiza por tanto, que las críticas no le quitan el sueño al gobierno de López Obrador y que seguirá con su idea de cierre de administración y proceso electoral del próximo año.