Pasó el eclipse y este país sigue vivito y coleando. La verdad me hubiera gustado el cataclismo nacional para acabar con todo y empezar de nuevo.
Pero nadie escuchó. Ni siquiera mister Trump, que bien pudo haber aprovechado el momento para una operación aniquilación.
Se quedó en nada mi petición de que todo se fuera al carajo, especialmente quienes le han hecho tanto daño a la nación. Aquí seguimos. Y seguiremos atestiguando que un grupo se sigue cargando este país, cuerno de la abundancia, ya sea con eclipses y sin ellos.
El año que viene habrá elecciones y desde ya sabemos que los partidos políticos y los candidatos nos van a costar la friolera de un millón de pesos por hora.
Dinero que bien podría ser útil para otros menesteres. Por ejemplo, para enseñarle al mexicano promedio que los eclipses no influyen en los embarazos ni en las embarazadas, que no generan radiaciones solares extraordinarias ni producen daños en la salud —a menos, claro está, que veas directamente el Sol—. Que no envenenan la comida ni producen daños en animales y vegetales.
Pero no. Ya ni hablemos del combate a la pobreza. Simplemente, en vez de abonar al conocimiento, esa lana se destinará a sufragar los gastos de las burocracias partidistas, a financiar campañas de candidatos impresentables y a darle vida de ricos a los dirigentes.
Un mundo de dinero: un millón por hora repartido entre nueve partidos políticos con registro nacional. Cómo me habría gustado el cataclismo…