Rosario en mano, el arriba firmante ruega porque la Fiscalía General de la República tenga todos “los pelos de la burra en la mano” para proceder contra Rosario Robles Berlanga, la exsecretaria de Desarrollo Agrario, Territorial y Urbano, y exsecretaria de Desarrollo Social en la administración del expresidente Enrique Peña Nieto.
De otro modo, este caso se sumará a la ya larga lista de funcionarios, exfuncionarios y empresarios a quienes el gobierno federal ha acusado, pero que nomás no ha podido meter al tambo —cárcel, reclusorio, prisión, bote, calabozo, chirona, jaula, mazmorra, o como ustedes gusten y manden—.
Esta semana Rosario Robles ha pasado a engrosar la lista negra de villanos y enemigos públicos, que es más grande que mis malos pensamientos.
La última vez que la exdirigente nacional del PRD y antecesora del hoy presidente Andrés Manuel López Obrador al frente del gobierno de la Ciudad de México, enfrentó acusaciones públicas de sus supuestos malos manejos fue en la Cámara de Diputados del Congreso de la Unión. La recuerdo bien: fue de blanco, que es color emblemático de la pureza, y rechazó una y otra vez acusaciones de malversaciones de recursos públicos a través de la tristemente célebre Estafa Maestra. Una y otra vez la acusaron. Una y otra vez —con cara de fastidio y contrariedad pundonorosa—, Rosario Robles rechazó tales afirmaciones. Salió de la comparecencia con aires de desdén hacia sus acusadores.
Que no es la primera vez que la increpan con dedo flamígero.
Allá por 2013, cuando llevaba la batuta de la malhadada Cruzada contra el Hambre, Rosario Robles también fue cuestionada.
Y en aquella ocasión el entonces presidente de la república, Enrique Peña Nieto, la defendió a capa y espada. Recuerdo el discurso pronunciado en Chiapas: “No te preocupes [Rosario], hay que aguantar, porque han empezado las crítica, las descalificaciones de aquellos a quienes le ocupa y preocupa la política y las elecciones, pero nosotros, este gobierno, tiene un objetivo claro que es acabar con el hambre… Que sigan aquellos criticando las acciones mientras se preocupan por las elecciones”.
¡Uy, qué fuerte!
Por cierto, en esa ocasión como invitado figuraba el expresidente brasileño Luiz Inácio Lula da Silva, que hoy se pasa los días a la sombra, en el botellón, por hechos de corrupción ligados a la constructora Odebrecht.
Pero los tiempos cambian y hace unos días en algunas columnas políticas se decía que Rosario Robles estaba muy preocupada por su futuro, al grado que le habría preguntado-reclamado al expresidente Peña en una fiesta en la que coincidieron: “¿en qué quedamos?, ¿pus qué no somos cuates?” —léase la frase entrecomillada con tono del filme Pepe El Toro—.
Mientras son peras o manzanas, la exdirigente nacional del PRD está en capilla. Lo que supongo que por estos lares mexiquenses causará que algunos se truenen los dedos, por aquello de que cuando las barbas de tu vecino veas cortar, pon las tuyas a remojar.
Ella, todopoderosa y protegida en el pasado gobierno, sintiendo pasos en la azotea, pero declarándose víctima desde ya.
Los montos que se le achacan no son cualquier cosa, de la Estafa Maestra hablamos de la friolera de 5 mil millones de pesos, que se esfumaron en triangulaciones en la dos Secretarías que tuvo a su cargo. Ante esos montos, la acusación de ejercicio indebido del servicio público es barata. Claro, falta que la Fiscalía General de la República la concrete, porque alguna vez, retadora, Rosario Robles dijo que le buscaran hasta debajo de las piedras.