Un tema que ha tenido auge en la actualidad es «la huella de carbono». En términos simples, se trata de la cantidad de gases que contribuyen al calentamiento del planeta debido a nuestras actividades. Es una forma de medir cuánto estamos afectando al medio ambiente con las acciones diarias.
Y el promedio en México es de seis toneladas anuales por persona. Los factores que inciden en la huella de carbono son el consumo de energía -para iluminación, electrodomésticos y dispositivos electrónicos-, el transporte -consumo de gasolina y Diesel, así como los viajes en avión-, el consumo de carnes rojas y productos lácteos y los productos que adquirimos incluyendo los embalajes desechables. De hecho, tú puedes sacar conclusiones de cuánto impacta un producto a partir de su etapa de producción, etapa de uso y etapa final. Además del impacto ambiental, las emisiones excesivas de carbono por los humanos pueden llevar a costos económicos adicionales debido al uso ineficiente de recursos disponibles.
Y ya te imaginarás qué acciones podemos adoptar para revertir la huella de carbono: compartir vehículos, apagar luces y dispositivos electrónicos cuando no se usen, utilizar focos LED y electrodomésticos eficientes, evitar productos desechables, hacer duchas más cortas; cerrar grifos mientras te lavas los dientes, etcétera.
La conciencia sobre la huella carbónica ha llevado a políticas internacionales como el Pacto Verde Europeo, cuyo objetivo es lograr una economía neutra en carbono para 2050. Esto muestra un compromiso más allá del interés temporal o «moda». Reducir nuestra huella de carbono es igual a aire limpio, salud humana y conservación de ecosistemas.