Ofrenda de día de muertos: A los niños

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A la novena luna o mes prehispánico formado de  veinte días, se celebraba la fiesta pequeña de los muertos; para los nahuas era conocida como Miccailhuitontli, que según el calendario usado actualmente debía coincidir en el mes de agosto.

Es usual encontrar en la ofrenda calaveras pequeñas , pan en miniatura, entre otros objetos pequeños, dedicados a los niños (Foto: Manuel Luna).

Esta celebración era la «fiestecita de los muertos»  o fiesta de muertito, era la fiesta de niños inocentes muertos, por lo que hacían ofrendas y sacrificios a honra y respeto de estos niños. Y además era preparación de la fiesta grande de los muertos.

Por su parte, en la Europa del XI se promovió la celebración de Todos los Santos por el abad de Cluny con el objetivo de conmemorar a los Macabeos o jóvenes. Más tarde, la iglesia romana adoptó la fecha y la mantuvo vigente el 1 de noviembre.

Así, durante los años de conquista las fechas de celebración de los pueblos originarios cambiaron para aparentar que celebraban las tradiciones cristianas en el mes de las ánimas. Manteniendo la Fiesta de los muertitos como antecesora de la Fiesta grande de los muertos.

Hoy en día en la mayoría de los hogares campesinos, de extracción mestiza, pueblos originarios, y aún entre algunas familias urbanas, el 31 de octubre se elabora la ofrenda dedicada a los niños o “angelitos”. Y es que se cree que sus ánimas llegan el día primero de noviembre para nutrirse de la esencia y el olor de los alimentos que sus padres les prepararon.

En el altar la comida no debe condimentarse con chile, porque les haría daño. Es imprescindible que las flores y los candelabros sean blancos, pues este color simboliza la pureza de estos inocentes difuntos.

A los niños muertos se les ponen dulces de alfeñique, figuras de animalitos, canastitas con flores, zapatos, ánimas y ataúdes.

En otros lugares, los altares se adornan con juguetitos de barro pintado con colores alegres; así cuando lleguen las ánimas de los difuntos “chiquitos” podrán jugar tal como lo hacían en vida.

Todos los altares cuentan con panes en miniatura, pues es sabido que a los niños les gusta mucho, al igual que las tortillas, la fruta y el dulce de calabaza.

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