La clase política mexiquense se precia de ser distinta a la de otras entidades de la república mexicana.
En esta clase política están los profesinales de la polìtica del PRI, partido que —junto con sus antecesores, incluyendo el gomismo— ha gobernado esta entidad de la república desde la época pos revolucionaria. Y también los del panismo, y perredismo. Los de Morena, el Verde y los petistas. Los del Panal y emecistas. Los de los partidos pasados y presentes. Los que han vivido de la ubre gubernamental y han fenecido por falta de simpatías. Y los que están por constituirse o quieran revivir.
Algún exgobernador lo reconoció con llaneza: hay un estilo mexiquense de hacer política. Y hay una élite, que los expertos identifican como una complejo estructura conformada por nexos familiares, políticos y económicos. El objetivo de esa élite fue formarse para administrar el poder, la política y el servicio público. Y especialmente para defender la comarca para que sean los nativos o avecindados en el Estado Libre y Soberano de México quienes ocupen las posiciones de poder o gobierno —de ahí que no importa la militancia, sino el paisanaje—.
Me van a disculpar, mis estimados cuatro lectores, hoy no se abordará esa estructura o entramado de relaciones, sino el estilo de hacer política. Particularmente, los tiempos para hacer política.
Empezaré por decir que mientras el PRI fue el partido hegemónico, una especie de “monarquía no oficial” —no lo digo yo, para ni me discutan, lo dicen los polítólogos—, el gobernante en turno tenía el liderazgo indiscutible. Era el centro de la unidad estatal y de una identidad que se consideraba sólida, hecha a partir de ceremoniales y signos distintivos. Pero sobre todo, del orden. O de un concepto proverbial de la disciplina.
En ese entendido, se vivían “los tiempos del gobernador”. Cosa que parece que se acabó. Desde hace un rato, cuando los propios gobernadores empezaron a “deconstruir” las formas.
Decía Reyes Heroles: “forma es fondo”. Pues al hacer tácita o expresamente —el arriba firmante no sabe cuál de las dos— una “reingeniería” de las maneras de ejercer el poder, los mismos gobernantes priistas empezaron a socavar ese liderazgo. La alternancia en la Presidencia de la república hizo lo suyo.
Y hoy, las decisiones corren por su propia cuenta. Lo vemos ahora cuando está a punto de ocurrir el quinto informe del gobernador Alfredo del Mazo y algunos políticos no esperaron “los tiempos”, sino que se lanzaron abiertamente en pos de la gubernatura. Menos los priistas, claro está, aunque a las calladas algunos tricolores también invierten tiempo, dinero y esfuerzo para ser los agraciados con la nominación.
“Los tiempos” cambian. Queda por ver si la disciplina y cohesión quedan a salvo.