“Personal de seguridad”

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El relato de los hechos es molesto. El video es peor. Me refiero al caso en el que  “personal de seguridad” —entrecomillado, porque ese es su denominación— de un establecimiento en Toluca que opera como bar, cantina, antro, o algo en esta línea, le propinó una golpiza a un grupo de jóvenes la semana anterior.

Guardia de seguridad es una denominación muy amplia, que en el caso de los negocios identificados como antros en sus diversas modalidades, son llamados también “cadeneros”. Me refiero a aquellos establecimientos adonde acude la gente a divertirse, a tomar unas copas, a bailar o a socializar, como dicen en el argot actual.

En Toluca muchos de estos negocios están ubicados en la avenida Venustiano Carranza,

Pues justo ahí, los testigos de los acontecimientos indican que uno de estos antros habría sido rentado para una fiesta privada. Y el personal de seguridad, jefes incluidos, se dedicó alegremente al consumo de bebidas alcohólicas, al grado que perdieron la noción del tiempo, el espacio y de su trabajo, de modo que empezaron a comportarse violentamente con los participantes de la reunión y hasta de forma lasciva con algunas mujeres.

Los varones salieron en defensa de la mujeres. Y los “cadeneros” o como se llamen, aprovecharon su edad, su fuerza y habilidades —y probablemente fuera de sus cabales, porque eso es lo que provoca el consumo de alcohol, hasta en pequeñas cantidades— para golpear a algunos de los jóvenes asistentes. Los videos muestran marrulleros, arteros y cobardes ataques. Algunos de los atacantes, vestidos de negro como mandan los cánones de los “guardias de seguridad” en los antros, se tambalean, probablemente entorpecidos por los humos etílicos.

Los asistentes también aseguran que había una patrulla a unos metros de distancia, pero los policías fueron lo suficientemente precavidos para no hacer presente su función de autoridad —si hubieran sido un grupo de chamacos jugando UNO, agárrense, porque la autoridad policiaca puede ser todo lo contrario a cautelosa—.

El caso es que es evidente el abuso de este tipo de delincuentes en potencia, que ejercen funciones parapoliciales con la anuencia de quién sabe quién y con la complicidad de quienes los contratan. El caso es que estas conductas son repetitivas y constantes contra jóvenes cuyo pecado es buscar algún tipo de diversión, tal vez no la más sana, pero seguramente sin salir a buscar algún tipo de problema.

¿Quién les pone un “hasta aquí” a esos potenciales criminales? ¿Quién revisa que estén en condiciones de salud mental para prestar este tipo de servicios o practica inspecciones en los lugares en donde este tipo específico de “personal de seguridad” están “trabajando”?

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