Presidencialismo desgastado

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El presidente Enrique Peña Nieto está próximo a rendir su sexto y último informe de gobierno. Y en estos días lo escuchamos y vemos a diario en la radio, la prensa, la televisión y los medios digitales, contándonos que desde su óptica este México nuestro está mejor que hace seis años.

Desde luego, los críticos del presidente Peña han salido al paso para señalar lo contrario: la gasolina es más cara, el peso se devaluó frente al dólar, los muertos producto del crimen organizado se multiplican, la deuda pública creció de forma ostentosa, los casos de corrupción fueron notorios y notables.

El presidente de la república y sus publicistas (ahí debe estar la artífice de la derrota del PRI, la señora Sota) se empeñan en querer mostrarnos un país que muy pocos ven. Y no se trata de regatearle al presidente que haya cumplido algunos de sus objetivos anuales y sexenales, pero para la mayoría de los mexicanos hay un claro deterioro.

Es decir: es difícil de conectar con la idea de que México está mejor que hace 6 años. El grado de rechazo hacia el presidente Peña lo demuestra.

Una vez que acabe el sexenio habrá un clamor de castigo contra quienes son considerados corruptos y omisos. Hoy, por lo pronto, el presidente Peña tiene docenas de detractores, que le regatean todo, que rebaten y cuestionan, tal vez como nunca antes en la historia de nuestro presidencialismo.

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