La primavera comenzó ayer. Y se anunció su llegada desde hace varios días con un aumento en la temperatura, cosa que al arriba firmante le parece bastante insoportable, porque no se lleva bien con el Sol: los calores me ponen de mal humor.
La primavera llega además con el recuerdo de la monografía —en mi pueblo les decíamos “lámina” y no me pregunten por qué— de la primavera en la que aparecían unos fulanos jugando a la pelota y otros en alguna playa disfrutando del sol y el buen clima… cosa que nunca ocurría por mis lares infantiles, porque el Sol nos dura unas pocas semanas y muy pronto estaremos de lleno en la estación lluviosa.
Ese es mi consuelo: que el Sol, “la calor” —o el calor, como sea, a mí me da lo mismo— y la ira que provocan durará poco tiempo. Porque tratándose del clima, yo prefiero los aguaceros y el frío.
Este 20 de marzo, a las 10:15 horas tiempo del centro, se produjo el equinoccio de Primavera en el hemisferio norte. Que trae consigo otro fenómeno inexplicable: la gente que cree que puede cargarse de energía y la gente que cree que se trata de la estación del amor.
De los primeros no se puede decir, nada, porque eso de sentirse pilas humanas ya habla de su comprensión de la realidad. De los segundos, lo único que se puede decir es que los domina la dopamina. Y que eso los exculpa.
Los que pueden disfruten la primavera. El arriba firmante gruñirá hasta que lleguen las primeras lluvias.