Ojalá que esta vez sí hagamos caso y nos quedemos en casa. Este martes tiene lugar otra de las celebraciones que acompañan las fiestas religiosas de fin de año y que es el Día de la Candelaria.
Las familias, amigos o conocidos acostumbramos reunirnos para consumir los tamales comprometidos luego de que en la rosca de Reyes saliera a uno u otro de los asistentes el muñeco de plástico que simboliza al niño Dios.
Pero las cosas no están para fiesta. Las propias autoridades del sector salud advierten que cuando más ha habido contagios de COVID-19 ha sido tras las fiestas familiares porque en ellas se entra en confianza, se olvida el cubrebocas, descuida el distanciamiento social y las medidas de higiene.
Si hacemos cuentas también, los 15 días posteriores a la Navidad y lo mismo con el ritual del Año Nuevo, fue cuando repuntaron los casos. Así también ocurrió tras Reyes Magos.
En nosotros está en este momento gran parte de la obligación de evitar reunirnos para no contagiarnos. Los reportes de disponibilidad en los hospitales son mínimos. Las fechas y aplicación de vacunas son inciertos. No hay peor cabeza que la que no quiere entender.
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