Científicos del Instituto Salk, en Estados Unidos, han descubierto una relación entre el agotamiento de las células T asesinas y la respuesta simpática del organismo al estrés (de “lucha o huye”) en distintos tipos de cáncer, tanto en muestras de tejido humano como de ratón.
Además, el equipo descubrió que la interacción entre las células T asesinas (células inmunitarias especializadas) y las hormonas de la respuesta simpática al estrés puede inhibirse con betabloqueantes (una clase de fármacos ya utilizados en humanos para controlar la presión arterial y la frecuencia cardiaca) para crear células T asesinas que combatan el tumor con mayor eficacia.
Incluso para los linfocitos T asesinos buscar y destruir células cancerosas las 24 horas del día puede resultar agotador. Si los científicos consiguen entender por qué se agotan las células T asesinas, podrán crear células más resistentes para matar el cáncer.
Los resultados establecen un nuevo vínculo entre la respuesta simpática al estrés y la respuesta del sistema inmunitario al cáncer. Además, demuestran las ventajas de combinar los betabloqueantes con las inmunoterapias existentes para mejorar el tratamiento del cáncer reforzando la función de las células T asesinas.
“No hay duda de que la inmunoterapia ha revolucionado el tratamiento de los pacientes con cáncer, pero hay muchos pacientes para los que es ineficaz –señala la profesora Susan Kaech, autora principal y directora del Centro NOMIS de Inmunobiología y Patogénesis Microbiana de Salk–. Descubrir que nuestro sistema nervioso puede suprimir la función de las células inmunitarias que destruyen el cáncer abre vías totalmente nuevas para pensar en cómo rejuvenecer las células T en los tumores”.
El sistema nervioso simpático es responsable de mediar en la respuesta al estrés del organismo, también conocida como respuesta de lucha o huida. Sin embargo, poco se sabía sobre cómo los nervios regulan la respuesta inmunitaria a las infecciones o al cáncer.
Los investigadores se centraron en los nervios simpáticos que inervan nuestros órganos y producen la hormona mensajera noradrenalina, que también es una hormona del estrés. Utilizaron diversos modelos de cáncer y enfermedades crónicas en ratones y muestras de tejido humano para estudiar cuándo y cómo los nervios simpáticos influyen en las células T asesinas.
Descubrieron que los nervios simpáticos producían noradrenalina, que se unía a las células T asesinas mediante un receptor denominado ADRB1. Las células T asesinas agotadas expresaban más receptores ADRB1 que sus homólogas funcionales, lo que permitía a las células T “escuchar” la noradrenalina liberada por los nervios.
Para comprobar si se podía prevenir el agotamiento de las células T asesinas, los investigadores probaron dos métodos para interceptar la interacción entre la noradrenalina y ADRB1: eliminar por completo ADRB1 o alterar la función de ADRB1 con betabloqueantes, lo que dio lugar a células T asesinas más funcionales que destruían mejor las células cancerosas.
Los autores también descubrieron que las células T agotadas no se limitan a escuchar los nervios desde lejos, sino que se agrupan a su alrededor en los tejidos. Sorprendentemente, el receptor ADRB1 proporcionó a las células T instrucciones críticas para migrar cerca de los nervios, lo que a su vez suprimió sus funciones, haciéndolas peores en la lucha contra el cáncer.
“La inervación de los tumores es un área poco estudiada de la inmunología tumoral. Nuestro estudio ha descubierto ahora que los nervios contribuyen al proceso de agotamiento de las células T en los tumores, en el que las células T se desgastan y se vuelven menos potentes en su lucha contra el tumor con el tiempo”, dice la primera autora Anna-Maria Globig, investigadora postdoctoral en el laboratorio de Kaech.
“Si podemos desentrañar los detalles de cómo los nervios suprimen la respuesta inmunitaria del organismo al cáncer y por qué las células T agotadas se desplazan hacia los nervios, podremos empezar a dirigir este proceso terapéuticamente”, añade.
Según Kaech, los investigadores esperan ampliar sus conocimientos sobre el entorno de las células T asesinas agotadas para saber más sobre por qué el estrés nos hace enfermar más.
“Hemos descubierto una nueva vía a la que podemos dirigirnos con betabloqueantes para crear células T asesinas más resistentes al agotamiento y que combatan mejor el cáncer”, destaca Globig.
Dado que los betabloqueantes ya se utilizan clínicamente, el equipo también espera aplicar pronto su régimen propuesto para combatir el cáncer en pacientes con cáncer de pulmón. En colaboración con médicos, esperan estudiar más muestras de tejido canceroso humano para enriquecer sus hallazgos y aportar más pruebas de la eficacia de los betabloqueantes en el tratamiento del cáncer.