Ruido al chicharrón

0
1013

Mis informados cuatro lectores saben que hace dos semanas regresó a México mi general Salvador Cienfuegos, exsecretario de la Defensa Nacional, después de un inopinado episodio en el que fue detenido en Estados Unidos y acusado de nexos con el narcotráfico.

Mis informados cuatro lectores saben también que el gobierno mexicano acaba de solicitar la extradición del exsecretario de Seguridad Pública, Genaro García Luna, que lleva un año en el “botellón” —o como le digan los nativos— de los Estados Unidos.

El general Cienfuegos Zepeda fue arrestado y estuvo preso en la Unión Americana algo así como un mes. Todo parecía indicar que le iba a ir como en feria, hasta que salió en su rescate el gobierno de México que logró que retiraran los cargos —en aras, según los gringos, de la relación bilateral—.

Así que el general Cienfuegos salió de la prisión, se subió a un avión privado y aterrizó en Toluca La Bella donde la Fiscalía General de la República le notificó que lo estaba investigando. El exsecretario de la Defensa Nacional se dio por enterado y se fue tranquilamente a su casa, en donde suponemos —en un acto de buena voluntad— que se encuentra disfrutando de su vida, en completa libertad.

Casi en las mismas condiciones que el exsecretario de la Defensa se encuentra el exdirector de Petróleos Mexicanos, Emilio Lozoya. Con la diferencia de que él estuvo detenido en España, las autoridades mexicanas lo extraditaron y es la hora en que no ha pisado una cárcel ni por equivocación.

Ignoro qué se pretenda en el caso de Genaro García Luna. Los antecedentes aquí señalados no ofrecen ninguna esperanza de que en el caso de que el exsecretario de Seguridad Pública sea extraditado —y juzgado en México— vaya a ser castigado por los nexos que le atribuyen con los cárteles de la droga.

Perdonen ustedes la falta de optimismo. Hasta ahora no encuentro algún signo de esperanza de que prominentes funcionarios y exfuncionarios involucrados en hechos constitutivos de delito vayan a chirona.

Nombres sobran. Discursos contra la corrupción y la impunidad sobran. Un día sí y otro también, cuando al presidente de la república le preguntan cómo resolver los grandes problemas nacionales apunta su dedo flamígero a la corrupción, en sus diversas caras y expresiones. Pero cuando se trata de proceder, de las palabras no pasamos a los hechos. Mucho ruido y pocas nueces. Nomás le buscan ruido al chicharrón. Crían vientos y no saben cosechar las tempestades.

Ya ven: apareció con bombo y platillo el nombre del exsecretario de Finanzas mexiquense, Luis Videgaray, también exsecretario de Hacienda, y se gastó la pólvora en infiernitos.

Nomás falta que aquello de “¡no te preocupes, Rosario!” se vuelva realidad y la única exfuncionaria sujeta a proceso penal recupere su libertad y ande paseando por la vida eso que llaman impunidad.

Comentarios

comentarios