Hablando de obesidad, ya te la sabes: México ocupa el primer lugar mundial en niños. Las cifras más recientes reportan que en los últimos 20 años la obesidad infantil entre cinco y 11 años casi se duplicó, pasando de 9% en 1999 a 17.5% en 2023. Y si bien la obesidad es multifactorial, como puede ser la genética y factores médicos y emocionales, los hábitos de comida y la actividad física son fundamentales y es que la lógica está entre lo que se come, la cantidad y lo que se quema de calorías.
En esto hay que darnos cuenta que nuestros pequeños están en un entorno de alimentos poco nutritivos y que promueve el sedentarismo. Tienen disponibles, por todos lados, productos ricos en azúcares, grasas y sal, junto con su bajo costo y conveniencia, que hacen que sea más fácil optar por ellos.
De otra parte, la tecnología y los estilos de vida modernos fomentan el sedentarismo, ya que muchas actividades cotidianas se realizan sentado, frente a pantallas o con poca demanda física, reduciendo la motivación para hacer ejercicio regularmente.
Ahora bien, lo que debe hacerse, según la comunidad médica es, precisamente, limitar el consumo de alimentos ricos en grasas, azúcares y ultraprocesados, así como bebidas azucaradas y refrescos. Por otro lado, respetar horarios regulares de comida; evitar el picoteo entre horas y promover que los niños coman despacio y sin distracciones como la televisión o videojuegos.
Asimismo, la actividad física debe ser parte diaria de la rutina, con al menos una hora incluyendo juegos al aire libre o deportes, para reducir el sedentarismo. El asunto es prevenir y combatir si ya existe el problema porque estamos hablando de consecuencias graves a largo plazo y que también ya nos las sabemos: diabetes, problemas cardiovasculares, el hígado, páncreas, riñones, etcétera.