El primer informe del presidente Lopez Obrador está a la vuelta de la esquina.
El mensaje presidencial es claro: las cosas han cambiado en 10 meses de administración, se han cumplido compromisos y se crea una nueva mística de servicio.
Pero del otro lado hay que ver que todavía hay demasiadas esperanzas. Muchos pendientes. Hay estancamiento en la economía. Hay inseguridad y violencia.
Pero por sobre todas las expectativas, la principal bandera de la campaña, la lucha contra la corrupción, está en suspenso.
Si bien se ha procedido contra personajes como Rosario Robles, por un supuesto desvío de 5 mil millones, o Emilio Lozoya, por el daño al patrimonio de Pemex, el régimen político previo al gobierno de López Obrador sigue intocado.
El mensaje presidencial puede decir que ya no hay avión presidencial, pero mientras no se venda, el avión existe. Puede decir que ya no se pagan salarios de escándalo, pero hay funcionarios que los todavía los cobran.
Desde luego, el cambio no es inmediato. Pero no todo está resuelto.
Y sin embargo, la popularidad del presidente López Obrador se mantiene: la más reciente medición de El Financiero le da un 67 por ciento de respaldo. Un ejercicio semejante en El Unicersial refiere que si hubiera una consulta para decidir la continuidad de López Obrador, 74 por ciento —tres de cada cuatro respuestas— se pronuncia en favor de la continuidad del presidente. Sigue siendo el momento de López Obrador y su cuarta trasformación