Celebro la reciente reforma electoral. La de Jalisco, aprobada en el transcurso del miércoles.
Y la celebro, aunque sea en Jalisco, porque espero que con esta decisión de avalar la reforma que fue bautizada como #SinVotoNoHayDinero, venga en cascada una serie de reformas electorales locales y federal para disminuir el mundo de dinero que nos cuestan los partidos políticos y los procesos electorales.
La reforma determina que el financiamiento público para los partidos políticos en Jalisco se reducirá a la mitad en los años en que haya elecciones y hasta 70 por ciento cuando se trata de años no electorales.
Esta reforma ya fue aprobada por la Legislatura jalisciense, pero para que sea declarada constitucional a nivel local, requiere el apoyo de la mitad más uno de los ayuntamientos, de modo que todavía no se puede cantar victoria.
No obstante, se trata de un paso muy importante, porque históricamente el sistema de partidos en México depende por completo de los recursos públicos. Que se creyó que era lo correcto como medio de aliento de la participación política, pero que con el paso de los años se pervirtió al grado de convertir a algunas organizaciones políticas —especialmente las locales o las más pequeñas— en negocio y fuente de recursos a manos llenas de sus dirigentes.
El mexicano de a pie, sobre todo el que tiene una opinión política, está cansado de mantener a una caterva improductiva, que una y otras ha perpetuado sus privilegios: por ejemplo, no han querido reducir la cifra de diputados plurinominales, menos desaparecer esa figura que surgió para darle espacio a las oposiciones, en una época de escasa competencia.
Hago votos porque #SinVotoNoHayDinero llegue pronto al estado de México. Y también a la legislación electoral federal.