¿Por qué nadie les dice algo a los choferes del transporte público que juegan carreritas a diario y a todas horas en avenidas principales para ganar pasaje y ajustar los tiempos de recorrido? Porque se cree que no vale la pena pues siempre lo han hecho así. El tema, esconde que el ingreso de los choferes depende directamente de la cantidad de pasajeros que logran transportar, lo que genera una competencia entre conductores para captar más usuarios, además de que cumplan con sus tiempos en la ruta.
Pero esto ocurre costa de la seguridad vial y el respeto a las normas de tránsito. Los choferes y concesionarios no están analizando que se pone en peligro la vida e integridad de los usuarios, peatones y otros automovilistas; que esta práctica suele derivar en choques entre los vehículos de transporte, generando daños materiales considerables.
Esto demanda, hoy, aquí y ahora, que autoridades locales y estatales realicen una supervisión estricta ante la conducción temeraria. Se requieren reglas y sanciones efectivas. Que existan carreritas entre unidades de transporte público nos mantiene en un sistema de movilidad peligroso e ineficiente para todos.