Terminó la temporada de lluvias y su rastro son cientos de baches sobre el suelo de Toluca, al grado de no hallarse en la ciudad una calle de tránsito público en perfectas condiciones.
A esto, el gobierno local tiene cinco meses para dar mantenimiento a las arterias de la ciudad, antes de que vuelva a llover. Pero como ocurre cada año, uno de los argumentos para no hacer nada será que ya se ejercieron los recursos de este año y, a inicios del 2018, que no hay recursos.
Los baches son un asunto sin fondo: no hay fondos y si llegara a haber algunos cuantos, no resuelven el problema de fondo: la antigüedad y daños de la red de drenaje y tuberías por donde se filtra el agua pluvial y el material sin calidad que se usa para pavimentar.
Así que no debe extrañarle a nadie que en abril del próximo año vuelvan a escucharse las voces de que no se llevaron a cabo acciones preventivas o que se trabaja a prisas para recubrir hoyos.
La solución de los baches es a medias. La consecuencia, el peligro de movilidad en la ciudad capital del estado de México.
