Falta un mes y cinco días para que se realicen las elecciones presidenciales en Estados Unidos pero el gobernador del Banco de México ya se adelantó y dijo que, gane quien gane, se avecina una tormenta económica en México.
¿Qué nos querrá decir en realidad?
Agustín Carstens suele referirse a la economía del país con palabras y frases imprecisas. Recordemos aquellas de catarrito, bache, shock, no hay balas de plata; es mejor encender una vela que maldecir la oscuridad; estamos en un mundo de aguas picadas; el gran tsunami del exterior.
No entiende que los mexicanos estamos hartos de que nos oculten, maquillen o mientan sobre la situación económica del país pues la sufrimos en nuestra forma de vida.
Agustín Carsten no es diplomático porque no es hábil ni disimula. Tampoco es un buen político por su incapacidad de predecir lo que va a pasar mañana, el mes próximo y el año que viene, y de explicar después por qué fue que no ocurrió lo que predijo, como diría Winston Churchill.
Como economista no se le ven objetivos claros. Carstens es de aquellas personas que habla por hablar. Sin aportar nada. Sin llegar a nada.