Triunfa Leo Valadez en Fábrica María, con un gran encierro de Caparica

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El toro es el protagonista del festejo taurino. Cuando el toro tiene edad, kilos, bravura, recorrido y trapío, la fiesta está garantizada. Si además entre los toreros hay valor, conocimiento, técnica y arte, se conjugan los factores para una corrida triunfadora. Así fue en la tradicional corrida de Fábrica María, a la que la ganadería mexiquense de Caparica envió un encierro parejo, bien presentado, con muchos kilos, para el triunfador de la Plaza México, José Mauricio, el hidrocálido Leo Valadez y el guanajuatense Francisco Martínez.

Por primera vez en su historia, el coso “Silverio Pérez” celebró una corrida de seis toros, gracias a que los taurinos empresarios instalaron y estrenaron un sistema de alumbrado, echándose a cuestas el costo de su afición, en una placita cada vez más acogedora.

El encierro no estuvo exento de las dificultades que entraña el toro con más de 4 años bien cumplidos, bien comido y mejor criado, promediando los 500 kilos. El toro con hechuras de adulto que mandaron los señores Roberto Viezcas Mireles, Manuel Muñoz Cano Castro y Julio Muñoz Cano, acusó dificultades pero fue aplaudido por un público que año con año se da cita en la plaza del municipio de Otzolotepec.

Abrió plaza José Mauricio, de marfil y oro, que se llevó lo más pesado del encierro. Lidió en primer lugar a “Gorrión” con 566 kilos en los lomos. Le hizo una faena variada, muy a la mexicana, con derechazos muy templados y lentos, a un toro fuerte —que no abrió el hocico en toda la lidia— pero dócil, al que mató de un certero espadazo que por sí solo valía a oreja con la que fue premiado.

José Mauricio (Foto: Especial).

El toro fue aplaudido en el arrastre.

En su segundo, bautizado como “Cardenal” con 570 kilos en el cartel, hizo de nueva cuenta una faena con ese sabor mexicano, con los brazos muy desmayados con el capote, con el que intentó caleserinas y llevó al caballo para que recibiera el mejor palo de la tarde. El toro fue difícil con la muleta y José Mauricio se puso pesado con la espada, entrando a matar en media docena de ocasiones, por lo que recibió un aviso, aunque fue ovacionado.

Al segundo espada, Leo Valadez, se le notan por sus cuatro costados su formación española. En su primero, “Mulato”, con 474 kilos —el más esmirriado de lo que mandó Caparica— le hizo una faena redonda y pausada. Vestido de purísima y oro, el aguascalentense se regodeó en la colocación de banderillas, en las que demostró sus cualidades físicas. Cortó dos orejas, exigidas por el público al juez que ofreció sólo un apéndice.

Leo Valadez (Foto: Especial)

El segundo de su lote se llamó “Ruiseñor”, con 562 kilos. El de Caparica era un toro poderoso y con genio, que le exigió a Valadez, que pudo haber consolidado un triunfo mayor, pero que al oficiar con la toledana pinchó, para ser premiado con ovación. Valadez está llamado a ser uno de los mayores toreros mexicanos, si persiste en la disciplina y entrega que muestra corrida a corrida.

El guanajuatense Francisco Martínez transpira valor, aunque se le nota que apenas está por cumplir un año de alternativa. En ambos bureles se llevó sendas palizas, aunque su segundo, “Sensontle”, lo mandó a la enfermería para ya no regresar.

Francisco Martínez (Foto: Especial).

El primero de Martínez, vestido de aguamarina y oro, fue “Guilguero” con 546 kilos. El torero de San Miguel de Allende quiso competir al tú por el tú con sus alternantes y decidido a ganarse las orejas, puso banderillas y salió a torear de rodillas. “Guilguero” le pidió los papeles y lo prendió de forma aparatosa, cuando Martínez se perfiló para matarlo. Después de aporreado, Martínez regresó para asestar un espadazo y un par de golpes de descabello. El público de Fábrica María le reconoció el valor y lo llamó a dar vuelta al ruedo entre aplausos.

A su segundo, de 510 kilos, le puso dos pares de banderillas muy expuestos, dándole toda la ventaja al toro que se arrancaba de largo —y que en el caballo hizo cosas de manso—. En el tercer par, en el que Martínez se perfiló para colocar un par al violín, el toro lo prendió lanzándolo contra el burladero y el torero ya no se repuso. Lo mató certeramente José Mauricio.

La plaza estuvo al 90 por ciento de su capacidad.

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