Invocar el nombre de Donald John Trump es como invocar al Coco. Ya saben: a ese monstruo de la la leyenda que se lleva a los niños en un costal y luego se los merienda tranquilamente en su casa. Unos dicen que es un ser con ojos grandotes, saltones, y mucho pelo. Otros que es una figura oscura que cambia de forma. Unos le atribuyen ser un animal grande y otros aseguran que es un hombre pequeño. En suma, no tiene un aspecto específico y su descripción varía del hogar y la cultura.
Pero en este caso, es un cuate caucásico, 1.92 de estatura según sus exámenes médicos, 108 kilos de pesos, propenso a la calvicie y con un copete de muy padre y señor mío que puede hacer pensar que usa un peluquín. Le gustan los trajes azules y la corbatas rojas. Es aficionado al golf. Y también se puede decir que es una acosador nato. Como con muchos políticos, sucede que simpatizas con él o lo detestas.
Es el Coco de la actualidad, que sin llevarse a los niños y niñas en el costal, tiene a muchos asustados y temerosos. Tal parece que al nombre de Donald Trump se santiguan propios y extraños, porque a lo largo de su vida política se ha dedicado a lanzar toda clase de amenazas y advertencias, especialmente contra todo aquello que tenga que ver con México.
Ya lo conocemos. Sabemos cómo actúa y qué persigue. Aunque ahora viene recargado. Su primera administración también estuvo llena de amagos y amenazas. Como es natural, algunas las cumplió al pie de la letra y otras no. No se le puede minimizar y menos ignorar, porque esta vez, el presidente de los Estados Unidos de América tiene la experiencia de un primer mandato y, por lo tanto el conocimiento de la administración pública estadunidense, las herramientas de las que puede disponer —además de su retórica— y los “botones” que puede oprimir para conseguir lo que quiere.
En su administración anterior buscó y consiguió una renegociación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte para convertirlo en el actual TMEC. Y seguramente lo volveré a hacer, porque el tiempo y las reglas del propio acuerdo se lo permiten. Hace cuatro años quiso construir un muro entre México y Estados Unidos y aunque físicamente no lo logró, ahí está México en calidad de tercer país seguro y jugando el papel de antesala para los migrantes que buscan ingresar por la vía legal a la Unión Americana.
Y también hay que recordar que en 2016 propuso una deportación masiva de migrantes y aumento de aranceles, lo que no consiguió. Aunque esta vez es menos bisoño. Dejó de ser el aprendiz para decretar órdenes ejecutivas a diestra y siniestra que, por lo pronto, ya tienen fecha: 1 de febrero para iniciar la aplicación de aranceles o, en su defecto, conseguir algo de sus socios comerciales, Canadá y México.
Por si sirve de señal, a los cárteles de la droga mexicanos ya los clasificó en calidad de organizaciones terroristas, algo que prometió y ya cumplió. Trump viene recargado.