Vivir y trabajar con miedo

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El estado de México está a la cabeza en el delito de extorsión en el país. Según las cifras oficiales, junto con Guanajuato, Nuevo León, Ciudad de México, Veracruz, Jalisco, Guerrero y Michoacan, la entidad mexiquense forma un grupo que concentra dos de cada tres extorsiones en el país.

Según datos de la Fiscalía General de Justicia del Estado de México, la tasa de este delito es de 21.39 casos por cada 100 mil habitantes.

Las cifras de este 2025, indican que en el Estado de México se han presentado dos mil denuncias por extorsión. La Fiscalía estatal recibe al menos ocho carpetas de investigación diarias por extorsión, que pueden ser telefónicas o presenciales, estas últimas, el tristemente célebre cobro de derecho de piso, una práctica criminal para obtener dinero bajo amenaza de causar daño a personas, familias o empresas. 

Y si nos atenemos a las cifras generalmente aceptadas, 98 de cada 100 casos de extorsión no se denuncian. Eso significaría que por las dos mil denuncias que se reciben, hay 98 mil casos que nunca llegan al Ministerio Público.

Entres esos miles de casos no denunciados, están miles de empresarios micro pequeños y medianos que viven con el Jesús en la boca porque los criminales no los dejan trabajar en paz. Hace unos días me contaban del caso de un taller mecánico que recibió la visita de un grupo de fínísimas personas que exigieron, con la delicadeza que los caracteriza, hablar con el propietario y dijeron que lo esperarían hasta que llegara para imponer sus condiciones. Para estas cosas parece que no hay prisa ni temor a que los detengan. El empresario-mecánico en cuestión, le relató el hecho a un amigo suyo y este le recomendó hacer la denuncia para que la policía llegara al establecimiento mientras los delincuentes estaban tranquilamente esperando…

La denuncia no se presentó. El dueño del taller tampoco. Y parece que los delincuentes se cansaron de esperar, aunque lo más probable es que regresarán, si no es que lo hicieron ya, para amagar, amenazar, extorsionar y robar la tranquilidad de todos los involucrados en un negocio formal, que crea empleo y presta un servicio.

Como ese caso debe haber muchos. Demasiadas empresas micro, pequeñas y medianas trabajan en el sobresalto. Comerciantes, agricultores, ganaderos, industriales y prestadores de servicios están a merced de la amenaza de atentar contra su integridad y patrimonio si no hay dinero de por medio. Ocurre en lugares tan céntricos como los mercados, o alejados, como el taller mecánico que refiero.

Dicen las cifras oficiales que en el primer semestre de 2025, el Estado de México registró una disminución del 23.5 por ciento en las denuncias por extorsión en comparación con el mismo periodo de 2024. Aunque el número total de denuncias disminuyó —pese a que la impunidad y falta de denuncia campean—, algunos municipios como Toluca y Metepec continúan concentrando un alto porcentaje de los casos.

Comerciantes, agricultores, ganaderos, industriales y prestadores de servicios solo quisieran trabajar en paz. Tranquilos como lo hacían hasta hace unos pocos años, antes de que se desatara la criminalidad —nos guste o no, por aquella política de abrazos, no balazos—. Dos mil son muchas extorsiones en 2025. Un solo caso debería ser intolerable.

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