El progresivo proceso de privatización del espacio público, a través de la construcción de rejas de control en las calles y parques o la edificación de barrios periféricos privados y fortificados por los habitantes, se ha generado debido al miedo a la violencia o el temor del habitante de la ciudad a ser agredido en su persona y en sus bienes.
Lo anterior, ha impulsado la fortificación física y electrónica del territorio, así como nuevos principios de la organización físico-espacial en la ciudad contemporánea, advirtieron los colaboradores de la revista Legado de arquitectura y Diseño, Alejandro Guzmán Ramírez y Kitziah Marcela Hernández Sainz.
En la revista semestral publicada por la Facultad de Arquitectura y Diseño de la Universidad Autónoma del Estado de México, los expertos señalaron que lo anterior ha llevado a una lucha urbana por el control del territorio y un derecho a la autodefensa.
“En la mayoría de las ciudades medias estas tipologías defensivas respondieron más a un fenómeno de segregación social en el que la seguridad ha pasado a ser un bien que se compra y se vende, que determina la posición social de quien lo consume”.
En suma, dijeron Alejandro Guzmán Ramírez y Kitziah Marcela Hernández Sainz, la seguridad física se ha convertido en un símbolo de estatus, que diferencia a quien tiene de quien no tiene y, más aún, a los muy ricos de la clase media, por lo que la seguridad es cada vez más un estilo de vida.
Abundaron que la seguridad ha pasado a ser uno de los puntos neurálgicos en los discursos proselitistas y en la construcción del escenario urbano contemporáneo, donde la seguridad, de ser un atributo y derecho público, se ha convertido en un privilegio individual (o de grupo) ligado al poder adquisitivo de cada uno.