Ya se ha dicho y escrito que los debates son la mejor defensa de la democracia la ser concebidos como actos de comunicación y de argumentación de ideas entre varios participantes sobre temas de interés general.
Pero el de ayer entre los cinco candidatos a la presidencia de la república, ¿fue un debate? Sí, hasta cierto punto, especialmente en materia de corrupción: surgió la idea de crear fiscalías autónomas, reformar la Constitución y fomentar la cultura de la legalidad.
También se habló de ser implacable, de la posibilidad que el presidente no tenga fuero; de cárcel, muerte y deshabilitación del servicio público. No obstante, ninguna se discutió a profundidad.
La corrupción política es uno de los grandes problemas de México. Criticarla es fácil; poner eventuales soluciones, también. Pero cuando hablan de corrupción los presidenciables su pasado los condena. Suenan hipócritas y mentirosos. Protectores de lo que denuncian.
