Estudiar a las haciendas desde su gestación, nacimiento, desarrollo, consolidación hasta su fin, son algunos de los propósitos de la investigación realizada en el libro “Haciendas y ranchos…Testimonios históricos del Valle de Toluca” de Octavio Chávez Gómez y Jesús Arzate Becerril, el cual esta mañana fue presentado en el Centro Cultural Toluca en conferencia de prensa.
De acuerdo con Jesús Arzate Becerril, las haciendas durante muchos años ha tenido una concepción errónea y es que a estos lugares se le relaciona con estereotipos que van desde explotación laboral, condiciones precarias para los peones y despojo de tierras. Y si bien, a finales del Siglo XIX estas características correspondían a algunas haciendas en específico, en la época colonial la situación era distinta.
Diversos estudios sostienen que en las haciendas se daba cierta convivencia entre dueños, administradores y trabajadores, en especial en las tertulias que habían con motivo de las fiestas patronales; al igual que al término de las cosechas.
Mediante las haciendas, también se formó un sistema de desarrollo económico por lo que es importante destacar la importancia que en el país tuvieron estos lugares desde su gestación en el periodo de la Conquista hasta su desaparición que comenzó en la época porfiriana con el reparto agrario.
En el valle de Toluca, se ubicaban diversas haciendas a las cuales muchas veces la población le cambiaba el nombre de acuerdo a sus características, ya que la mayoría de estos lugares tenían nombres relacionados con el propietario. Por ejemplo, la Hacienda de San Miguel era conocida como “La Y”, ya que había un camino de bifurcación en su territorio. La Hacienda de La Candelaria, ubicada en Almoloya de Juárez, se identificaba mejor como “La Gavia”. La Hacienda de San Nicolás Tolentino cambió a Santín porque era propiedad de Don Pedro de Santín a finales del siglo XVII. Otra hacienda ubicada en San Nicolás Tolentino perteneció al capitán Juan de Canalejo que después pasó a ser propiedad de su hija Francisca Antonia de Canalejo y posteriormente la gente la conocía como la Hacienda de Canaleja. La Hacienda de San Antonio tomó el nombre de Doña Rosa cuando Francisco de la Peña la dio en dote para el matrimonio de su hija Doña Rosa de la Peña en 1671.
Y aunque gran parte de las haciendas desaparecieron, aún hay partes de ellas que se conservan y pueden contar parte de la historia de su existencia mediante sus cascos, capillas, patios y caballerizas. Mediante los restos de las haciendas que alguna vez existieron en el valle de Toluca, se puede apreciar la importancia en el desarrollo económico de la zona pero también valorarlas a través de su apertura como sitios de interés turístico.