Que el presidente electo de México, Andrés Manuel López Obrador, se niegue a subir al avión presidencial pasará de ser novedad a perjudicial una vez que asuma el cargo de mandatario de la nación.
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La razón de ello es que, como ocurrió el fin de semana durante su viaje a Sonora, quedaría varado a causa del mal clima y el riesgo que representa continuar un recorrido aéreo con decenas de personas a bordo.
El futuro presidente no sería garantía de estar presente en situaciones de emergencia nacional o de llegar a tiempo lo que implica incertidumbre en la toma de decisiones y delegación de tareas.
Se puede conseguir una aeronave de menor lujo que el actual avión presidencial. El problema aquí es que se reduce la envergadura de ser el representante y responsable de México y del país ante el mundo.
A este respecto se puede citar a Winston Churchill, ex primer ministro de Gran Bretaña quien dijo que el precio de la grandeza es la responsabilidad.