Qué contradictorios son nuestros consejeros electorales del país: manejan un discurso de democracia o su sinónimo, de la importancia de la participación ciudadana en la vida política, así como de austeridad y transparencia en los recursos públicos de los partidos políticos, y no son capaces de aceptar una reducción de 10 por ciento a su salario.
Desde luego la decisión no es de ellos sino del Tribunal que les precede y que por lógica no va a votar por bajar el salario porque más adelante se los tendrían que disminuir los magistrados y sus subordinados.
Los consejeros del Instituto Nacional Electoral ganan más de 180 mil pesos al mes, equivalentes a 72 salarios mínimos. Es decir, apenas les quitarían dos mil pesos, menos del salario que recibe un trabajador promedio con una jornada laboral de ocho horas, de lunes a viernes.
¿Qué no se supone que la única manera de influir en los demás es con el ejemplo? La decisión de no bajarse el sueldo aunque sea un porcentaje mínimo decepciona porque los consejeros evidencian que no se tiene como eje rector al pueblo; que les da lo mismo el hartazgo social de gobernantes que saquean las arcas públicas; que no quieren que se les toque ni con el pronunciamiento de las palabras que tanto vociferan: austeridad y transparencia.