La presidenta de la república, Claudia Sheinbaum Pardo, ha sido acusada por sus opositores de autoritaria pero veamos qué aspectos había qué considerar para saber si se está en lo cierto o no. De entrada, el autoritarismo es un régimen político caracterizado por la concentración del poder y el abuso de la autoridad por parte de un líder o un grupo. Este tipo de gobierno se opone a los principios democráticos, limitando las libertades políticas y los derechos humanos, y con frecuencia se manifiesta a través de la represión, la censura y el control de los medios de comunicación.
En tal dirección, algunos rasgos de las personas autoritarias son que siempre creen que tienen la razón, su liderazgo es cuestionable, responden con agresión ante el desacuerdo o la crítica, tienen una visión del mundo muy estructurada y jerárquica, menosprecian el trabajo y los éxitos de los demás, exigen mucho de quienes les rodean y utilizan amenazas o tácticas intimidatorias.
Ante esto, hay que poner atención en que llamar a un gobernante autoritario puede tener como propósito socavar su legitimidad y credibilidad, que se amenaza la democracia, crear un sentido de urgencia y peligro, y desviar la atención. Puede ser por tanto, una herramienta estratégica para influir en la percepción pública y hay quienes lo dan por sentado y desconfían de las decisiones del gobierno, y capacidad para ejercer el poder.
Dictadores hemos tenido en el mundo a Mao Tse Tung, Salin, Hitler y Pinochet, entre otros. Tenemos pues el deber de analizar las afirmaciones de los opositores cuando califican a alguien de autoritario, tomando el contexto y las evidencias detrás de tales acusaciones a fin de formarnos una opinión informada.