Tengo una escasa simpatía por los usuarios de motonetas, que no es lo mismo que motociclistas.
Los motociclistas tienen no sólo mi simpatía, sino mi respeto y hasta mi admiración. Pero la mayoría de los usuarios de motonetas ninguna de las anteriores.
Los veo todos los días circular en sus vehículos a motor sin tener conciencia de su integridad y seguridad y menos de quienes circulan alrededor de ellos.
Mi escasa simpatía comienza en el momento en que circulan sin observar ninguna medida de precaución. Empezando por el hecho de que se desentienden del uso del casco, de un calzado adecuado —los he visto ir de chanclas—, de los espejos retrovisores y de las mínimas señales visuales de aviso a quienes manejan o caminan en su entorno inmediato.
Más grave me parece que lleven uno, dos o más pasajeros que tampoco viajan seguros. Y remato con el hecho de que se ha vuelto costumbre ver que mientras avanzan, usan una mano para manipular su teléfono móvil, tableta o cualquier otro dispositivo electrónico.
En realidad me tiene sin cuidado si se rompen la cara por ignorar su propia seguridad —cada quien decide como se rompe el hocico—. Para mí el problema radica en que en su enorme temeridad afectan a terceros: desde aquel al que le sacan un susto hasta el que sufre daños personales o patrimoniales. Que no tienen la culpa de la insensatez y barbaridad ajena.