Burriciegos en la vialidad

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Por estos días manejar un vehículo a motor en la zona metropolitana de Toluca es una proeza que se logra con pericia, tranquilidad y un alto grado de paciencia.

Especialmente se requiere paciencia. Las calles y avenidas sirven más como estacionamiento que para la circulación. Los conductores de vehículos de muchos de los tamaños, colores y modelos tienen una escasa comprensión de lo que significa compartir la vía pública con otros automotores, peatones y ciclistas. 

Y lo que es inconcebible: siguen creyendo que hacer sonar el claxon significa que los que van adelante avanzarán más rápido o que se harán a un lado para dejarlos pasar. He llegado a creer que los más fúricos partidarios del uso del bocinazo piensan que una buena dosis de pitadas puede lograr que el tráfico desaparezca o que los embotellamientos se disipen por arte de magia. Su ignorancia es directamente proporcional a su monumental uso del claxon.

También tengo la teoría de que son burriciegos, es decir, cortos de vista. Incapaces de darse cuenta de que 200 metros adelante el tránsito está detenido o de que nadie se mueve porque el semáforo está en rojo.

Pero no son mejores los que ven la señal de no estacionarse y aparcan sus vehículos con la mayor pachorra del universo. En cualquier acera y lugar. Les viene guango dejar solamente un carril para circular: primero está su egoísta comodidad. Tampoco son mejores quienes lo permiten y renuncian a ejercer sus facultades como “autoridad”.

En este caldo de cultivo, sólo queda paciencia. Lidiar pausado y con mano izquierda. Tolerancia para los zoquetes.

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