De descubrimiento a acuerdo de cooperación

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Últimamente nos ha dado por poner todo en blanco y negro. Y por ajustar todo a las creencias e ideas políticamente correctas de la humanidad. A lo que hoy creemos que es la forma correcta, esterilizada, desinfectada e impoluta de las cosas.

Está sucediendo con la historia, por ejemplo. Ayer que fue 12 de octubre, hace no más de 40 años celebrábamos sin ninguna clase de vergüenza el Día del Descubrimiento de América. Pero en cierto momento “descubrimos” que el “descubrimiento” no era tal, y que había traído la muerte de cientos de miles o millones de los aborígenes americanos. Así que se decidió cambiar la denominación a aquello del “encuentro de dos mundos”, para evitar la connotación de dominación de los descubridores y dominados de los indígenas —aunque en los hechos, así haya sido—.

Y Colón pasó de descubridor a aventurero, impostor y hasta genocida. En lugares como Los Ángeles, California, hasta su estatua retiraron.

Pasamos a intentar desaparecer el pasado. A convertirlo en algo pulcro e irreprochable, que no ofenda a las buenas conciencias. Como si así desapareciera de un plumazo la colonización, la conquista a sangre y fuego, y el expolio de los recursos americanos —y mexicanos en lo particular—. Como si tirando la estatua de Colón o pintarrajeando la de Carlos IV, mejor conocida como El Caballito, la historia se borrara para bien de la actualidad.

Como si cambiando la denominación Colón dejara de ser Colón y la colonización se convirtiera en un plácido encuentro en el que los indígenas americanos firmaron un acuerdo multilateral de cooperación económica, política, social y religiosa con los visitantes europeos. Ajá.

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