Descubren que el Cinturón de Asteroides está repleto de cometas congelados que orbitan alrededor del Sol

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Mide menos de 4 milímetros y desde Asia ha conseguido conquistar Europa y América. Es la mosca de las alas manchadas o pintadas y su invasión en cada país donde pasa a habitar genera un drama. Puede atacar a más de 150 frutas silvestres y cultivadas, como las cerezas, arándanos, o las fresas, altera los ecosistemas y genera enormes pérdidas económicas para los productores.

El Cinturón de Asteroides es la frontera entre los planetas rocosos y gaseosos. Parece que, también, alberga cometas congelados (Foto: Especial).

Hoy se busca intensamente controlar a la avasallante mosca. Su nombre científico es Drosophila suzukii, y fue observada por primera vez en Japón en 1916. Ya se han usado trampas con atrayentes, plaguicidas, redes y mallas para aislar los cultivos.

Ahora hay investigadores científicos que están obteniendo prometedores resultados con el control biológico de la plaga, a través del uso de avispas, y con la tecnología de edición genética CRISPR. Se quiere reducir el uso de plaguicidas que pueden tener consecuencias negativas para el ambiente.

El Cinturón de Asteroides es la frontera entre los planetas rocosos y gaseosos. Parece que, también, alberga cometas congelados.

Un gran corredor de rocas cósmicas se extiende entre Júpiter y Marte. Esta frontera natural divide a nuestro Sistema Solar en dos: de un lado —el más lejano a la Tierra—, se encuentran planetas gigantes de gas; del otro, están los planetas de roca. A esta región se le conoce como el Cinturón de Asteroides, y está constituido justamente por pedazos de escombros cósmicos.

Durante décadas, los astrónomos pensaron que el Cinturón de Asteroides estaba constituido exactamente por eso: asteroides. Sin embargo, a partir de las observaciones del Telescopio Isaac Newton, en las Islas Canarias, un equipo de investigadores encontró que hay cometas que se inmiscuyen en esta gran frontera de rocas.

También conocido como el ‘Cinturón de Kuiper’, el Cinturón de Asteroides es un anillo de cuerpos que quedaron como ‘sobrantes’ cuando se formaron los planetas, según lo describe la NASA. Se encuentra entre los planetas rocosos y los gaseosos, en la frontera entre Marte y Júpiter. Todos ellos orbitan alrededor del Sol, así como los demás cuerpos del Sistema Solar.

VISTO DE OTRA MANERA, EL CINTURÓN DE ASTEROIDES ES COMO UNA CARRETERA CÓSMICA, POR DONDE ‘TRANSITAN’ LOS ASTEROIDES, QUE FUNGIRÍAN COMO COCHES A TODA VELOCIDAD.

Durante décadas, se pensó que este espacio estaba habitado únicamente por asteroides. Sin embargo, un nuevo estudio del Monthly Notices of the Royal Astronomical Society asegura que, en medio de ese tráfico de pedazos de roca, también transitan cometas. Estos cuerpos celestes se registraron con la cámara del Isaac Newton Telescope, ubicado en La Palma, España.

En busca de cometas
La observación se llevó a cabo entre 2018 y 2020. En ese tiempo, los investigadores observaron 534 asteroides diferentes, mientras buscaban otro tipo de actividad. Esperaban ver la cola de los cometas, o su efímera capa gaseosa:

«LOS COMETAS DEL CINTURÓN PRINCIPAL (MBC) EXHIBEN ACTIVIDAD IMPULSADA POR LA SUBLIMACIÓN MIENTRAS OCUPAN ÓRBITAS SIMILARES A LAS DE LOS ASTEROIDES EN EL CINTURÓN PRINCIPAL DE ASTEROIDES», ESCRIBEN LOS AUTORES EN EL ESTUDIO.

Lo verdaderamente sorprendente es que se piensa que los cometas se crean más allá de los confines del Sistema Solar. Específicamente, en una región helada conocida como la Nube de Oort, repleta de partículas de hielo y cuerpos congelados. Parece ser que los cometas que se inmiscuyen en el Cinturón de Asteroides se adhieren a la región más cálida, que está más cerca del Sol.

Parece ser que estos cuerpos celestes son tan antiguos como los asteroides del cinturón, con cientos de miles de años —incluso más. Sin embargo, los científicos siguen desconcertados de que sigan congelados, después de tantos años de orbitar alrededor del astro. “[Todavía] necesitamos poder explicar cómo sobrevivió su hielo durante tanto tiempo”, concluye Léa Ferellec, estudiante de posgrado de astronomía en la Universidad de Edimburgo y autora del estudio.

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