En este país vamos de tribulación en tribulación. No importa le época del año ni las celebraciones que correspondan, lo nuestro es ir de problema en problema. De urgencia en urgencia. Ahora nos preocupa el dolar, que ya rebasó los 20 pesos.
La devaluación —aunque los corifeos del régimen prefieran llamarla depreciación, porque la connotación de esta palabra no es tan gacha— propia de las vacaciones, está asociada también a la reforma fiscal aprobada en Estados Unidos y que entrará en vigor en enero próximo.
Que suba el precio del dólar por efecto de la demanda en esta temporada vacacional es normal, pero desde luego que estamos ante la desconfianza e incertidumbre que genera el hecho de que los capitales estarán más seguros en Estados Unidos y además, pagando menos impuestos. Es la desconfianza hacia este país, llamado México.
Aunque los verdaderos efectos de la reforma fiscal estadunidense se verán a mediano y largo plazo —tanto en Estados Unidos como en México—, existe desde ya un efecto psicológico en nuestra moneda, porque en un futuro no muy lejano se observará realmente si disminuyen los incentivos para invertir en México.
Pero, además, hay mexicanos, empresas y personas, que siguen apostando contra el peso, como lo han hecho desde mediados de la década de los setentas. Para ellos, cuidar su dinero significa guardarlo en el extranjero. Según el Banco de México, en los últimos cuatro años ciudadanos mexicanos transfirieron a sus cuentas en bancos en el extranjero la bicoca de 106 mil 468.8 millones de dólares. Este año, sólo en el primer trimestre, enviaron al exterior 14 mil 71 millones de dólarucos.
Para que te hagas una idea del mundo de dinero que eso significa, las remesas este año estarán en los 28 mil millones de dólares.
Así, ni cómo ayudar al peso.